El gallo, como símbolo expresivo y
múltiple, ha estado asociado con el hombre desde los tiempos prehistóricos.
J. M. Pichardo, en su obra
“Gallos y Galleros”, dice que “en las Catacumbas aparece una escena de dos
gallos a los que excitan al combate dos niños”. Veamos las “Peleas de Gallos”
en su contexto histórico.
La historia de las “Peleas de
Gallos” se remonta a la época antes de Cristo. Sin embargo, antes de que se
convirtiera en un deporte, el gallo era visto como ave admirable, respetada por
el hombre.
Magallanes indicó que en Borneo el ave era
tan sagrada, que nadie podía comer su carne. En la antigua Grecia las peleas de
gallos se consideraban como un deporte nacional.
La historia de las peleas de
gallos es incierta. No se sabe con certeza cuándo se convirtió en un deporte
oficial. En los tiempos antes de Cristo, hace aproximadamente 3,000 años,
durante las épocas de los fenicios, hebreos y los canaán, las peleas de gallos
ya eran populares.
Criar gallos para pelear en un
ruedo era considerado un arte y negociar los mismos era provechoso. En Egipto,
en la época de Moisés, las peleas de gallo eran un pasatiempo preferido. A la
altura de la civilización griega, Temístocles, general que se preparaba para
combatir a los persas invasores, decidió llevar a cabo una pelea de gallos la
noche anterior a la batalla para inspirar a sus hombres, demostrándoles la
natural valentía del gallo de pelea. Los comerciantes persas disfrutaban mucho
de las apuestas a sus gallos. Estos traían consigo sus aves para jugarlos en
los mercados y centros donde negociaban.
En el primer siglo después de
Cristo, Julio César introdujo a Roma el deporte de las peleas de gallos. Fue el
primer ciudadano romano entusiasta de este deporte. César introdujo también las
peleas de gallos en Inglaterra. En el siglo XVI, las peleas de gallos
prosperaban en Inglaterra. Durante la época del rey Enrique VIII, se llevaban a
cabo peleas de gallos en el Palacio de Whitehall. El juego se convirtió en un
deporte nacional a tal punto que a ciertas escuelas les fue requerido enseñar a
los estudiantes todo lo relacionado a las peleas de gallos, tales como crianza,
traqueo y acondicionamiento del gallo. Durante el tiempo de más popularidad, el
mismo clero las patrocinaba.
Los patios de las iglesias y el interior
de las mismas fueron utilizados como arena para celebrar peleas. El deporte
declinó en Inglaterra durante el reinado de la reina Victoria en el siglo XVII.
Sin embargo, en las Islas Británicas, aún existe una casta de gallos de Charles
II, que son muy cotizados por criadores.
En la República Dominicana,
Cuba y Puerto Rico las peleas de gallos son parte de la cultura.
El bardo Emilio A. Morel en su
poema “Dominicano Libre” dice: “Cuando llega el domingo en la mañana, ensillo
el potro rucio de más brío, cojo un gallo, concierto un desafío y marcho a la
gallera más cercana”.
Hoy las “peleas de gallos”
cruzan más allá del folklore popular. Este pasatiempo se ha convertido en un gran
negocio, en una verdadera industria, donde en el redondel la “palabra del
gallero en las apuestas es palabra de Dios”.
En la “Viña de Naboth”,
Benjamín Sumner Wells en el capítulo que se refiera a la elección del general
Manuel Jiménez, como presidente de la República Dominicana en 1848 señala:
“El único interés que absorbía
aparentemente toda la atención de Jiménez desde el día de su juramentación fue
el cuido y riña de gallos”.
En el Coliseo Gallístico
Alberto Bonetti Burgos, las peleas de gallos se rigen por los más modernos
controles computarizados y cada velada es una fiesta de lealtad.
Fuente, DiarioLibre
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