Del beisbol me gusta
una cosa. El arsenal estadístico que hay que tener para darle seguimiento. Son
formidables y sólo para expertos los datos que hay que saber para entender un
juego de beisbol. Se deben saber todos los números de cada bateador o si un
jugador empuja carrera. También cuál es su promedio de bateo cuando está entre
tres y dos. Así, en orden inverso.
Cuando hay hombres en
segunda y primera, porque cuando hay hombres en base estas también se cuentan
al revés, las expectativas están en quién batea y en quién lanza. Si viene a
batear un jugador que tiene delante un buen lanzador. Cuando uno ve una cuasi
tristeza en los fanáticos del equipo para el cual el jugador batea se sabe que
la esperanza de un sencillo es poca y las posibilidades de empujar carreras
lejanas. Para obtener más datos los expertos fanáticos ven el juego en el
estadio y escuchan su narración en la radio y hablan, discuten y beben porque
si no el asunto se vuelve muy aburrido.
De tal forma se dicen
cosas en los estadios de beisbol que me han dicho que en los play lo que te
digan no te debe ofender. Los fanáticos que van a los estadios tienen una regla
ineludible. En el play no hay ofensa. Nadie se ofende y todo pasa. Todas las
ofensas dichas en los estadios pasan al olvido cuando termina el partido. Lo
que son de un equipo y lo que son de otro no se ofende por lo que se diga en el
fervor del juego, porque es asunto del play y ahí se queda. Lo que debe
entenderse.
Si te atacan en lo más
sagrado y te mencionan tu madre, sabes que eso sucede en el play. La única
respuesta es uno decir algo también. Pero todo eso cambió porque a un diputado
le dijeron ladrón. Lo que debió ser un juego tranquilo se alteró por la llegada
de tropas a llevarse al fanático que dicen le dijo a un diputado ladrón. Es
obvio que el diputado no pudo responder. No podía decirle al fanático para
ofenderlo una verdad igual. Tampoco sabía si tenía madre o si la novia del
fanático lo engañaba con otro. Sus dudas eran incomparables con lo cierto de la
delación de fanático, que fue premiada con la cárcel
Cuando al diputado le
dijeron ladrón no pudo responder con un truco de abogados, que es confundirlo
todo cuando se está perdiendo el pleito. J. K. Galbraith decía que la opulencia
atrofia la inteligencia, claro, para que eso suceda previamente hay que ser
inteligente. Nadie debió sentirse ofendido porque la verdad no ofende y lo que
se dice a voces se pierde. Así, lo que se dice en un estadio es efímero. El
diputado debió quedarse tranquilo ante imposibilidad de delatar al fanático en
un hecho que también fuera cierto y que como pecado tuviera la misma fuerza que
los escritos en los diez mandamientos. Un hecho por el cual el fanático tuviera
la necesidad de sentirse ofendido o simularlo con el histrionismo al que los
políticos nos tienen acostumbrados.
Cuando los acusan de
cleptómanos, que es una enfermedad curable, los políticos que ejercen funciones
públicas se enojan y piensan en sus familias y es menos recordarles sus madres
que de ladrón acusarlos. Creo que lo dijo Maquiavelo: La familia de un hombre
se puede atacar y matar a sus miembros, pues es una ofensa que se olvida, pero
no ataque a un hombre en sus posesiones porque siempre guardará rencor y ganas
de vengarse.
Señalar a alguien como
ladrón cuando posiblemente lo sea es atacar su riqueza, que parece bien
obtenida, porque superó la estupidez de los otros. La de los honrados. La de
aquellos que tienen arraigados en sus recuerdos los fuetazos cuando llegaron a
sus casas con una cosa de la que no podían explicar y justificar su origen y
con un lo encontré no era suficiente. Todo antes de que existiera la lucha
contra el lavado de activo, únicamente existía la autoridad de padres que
tenían la honradez entre sus bienes y la exhibían lleno del orgullo evitando
que un hijo la mancillara.
Un fanático debe saber
que con la fama de los hombres no se juega, más si es un ataque directo a sus
posesiones. Por una ofensa igual irá preso a la cárcel del cuartel del barrio
del diputado y quedará detenido en la circunscripción donde el diputado ha
hecho su vida. Cuartel que al diputado le debe ser familiar, donde tal vez
entra y saca personas, con una edificación que algún día en digno homenaje
quizás tenga su nombre. Lugar que demuestra que no siempre fue rico, pero que
ahora lo es.
Ahora se sabe, al
fanático que ofende lo pueden llevar a la calle 40, de Cristo Rey, de
tenebrosos recuerdos, haciendo trizas todas las peroratas orales y escritas
sobre el estado de derecho. Tal domino territorial de un diputado puede
explicar porque al fanático no lo llevaron al cuartel de Naco, sin duda de mejor
acceso y más cercano. Para que aprenda lo que dijo Maquiavelo y diga sólo lo
que en el play está permitido. En el estadio viendo un juego de beisbol
recuérdele a cualquiera su madre y no le hable nunca del origen de sus bienes.
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