Por: Rubén Moreta
El paradigma religioso define a un profeta como un intermediario entre la sociedad y Dios. Se trata de un personaje que se presenta como enviado divino para predicar el mensaje de salvación espiritual y trabajar afanosamente en la preparación de la “llegada de Dios a la tierra”. En esta lógica, el profeta es como la “avanzada terrenal” de la deidad.
La teoría religiosa establece que la función del profeta es, en sentido general, la divulgación de las bondades de la fe, el ensalzamiento divino y el valor del dogma.
Con objetividad, una labor de este tipo fue la que desarrolló un jornalero agrícola y curandero en la comunidad rural de Maguana Arriba, municipio de San Juan de la Maguana, llamado Liborio Mateo, quien ejecutó entre 1910 y 1922 una activa y animada acción de fe, cristiandad, evangelización y patriotismo.
¿Qué hacía Liborio? Sanar, curar, practicar solidaridad con los demás y anunciar las “buenas nuevas” del dios cristiano. Sin embargo, fue la iglesia la que más se alzó en su contra. Lo mismo le paso al profeta Jesús.
Además, Liborio Mateo defendió la patria de la odiosa intervención norteamericana del 1916, desarrollando una acción patriótica de resistencia a esa intromisión grosera que esfumó, durante ocho años, la autodeterminación del pueblo dominicano.
Liborio murió fusil en manos, combatiendo y defendiendo la dominicanidad, el 27 de junio de 1922.
Liborio Mateo es un sanjuanero ilustre, un héroe de la patria. Si hizo lo que hacen los profetas, conforme el paradigma cristiano, ¿por qué no llamarlo profeta?
El autor es Profesor UASD.
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